La Federación Nacional de Ajedrez
de México, A.C. (FENAMAC) debe dejar de convocar a cursos para formar nuevos
árbitros hasta que no remedie la situación y bajo nivel que tienen los actuales
que, a modo de negocio, la anterior administración y la actual siguen
generando.
No hay duda de que es necesario
que haya muchos árbitros para cubrir la actividad y población nacional, sin
embargo, hay que agregarles algún adjetivo: capaces.
Se ha propuesto desde hace muchos
años que se oficialice un recurso de internet para el análisis de situaciones
arbitrales en el que el público en general exponga sus casos y los moderadores,
expertos, ayuden a solucionarlos y establezcan criterios de interpretación y
aplicación del reglamento de acuerdo a su objeto y tropicalizarlos al contexto
mexicano.
Lo ocurrido en el pasado
campeonato nacional abierto es oprobioso y es inadmisible que se quede sin
sanción alguna. Aclaro, no me refiero únicamente a los jugadores involucrados,
también a los árbitros de cuarta que, por omisión o complicidad, dejaron que tal
situación prevaleciera.
Aunque el tema ha saturado las
redes sociales hasta este momento, no me parece que sea el problema más grave.
Desde mi punto de vista hay un peligro mayor que es recurrente y se sigue permitiendo
con total cinismo y desvergüenza: el arreglo de partidas para cobrar los
premios. Esto, nuevamente, bajo la vista gorda de los árbitros y autoridades:
cuatro partidas ganadas por default en la última ronda de la primera fuerza y
cuatro premios involucrados en esos resultados. La urgencia de la solución a
este problema es que los involucrados son los jugadores de la nueva generación
de maestros, ejemplos a seguir de los niños y jóvenes ajedrecistas de menor
edad.
Ya sé que “es un problema
cultural”, así lo expresó el actual presidente mexicano, y sabemos que en el
pasado ha habido componendas tanto en los eventos de olimpiada nacional, así como
en los torneos “rancheros” por el premio de “20 pesitos”. Ni que hablar de tantas
representaciones internacionales, pero claro, sólo son rumores, por radio
pasillo nos enteramos qué Gran Maestro vendió su lugar al equipo olímpico, cómo
se negoció el desempate por la última plaza y cuanto cobró cada involucrado, etcétera.
El árbitro debe ser empoderado
para tomar decisiones punitivas al detectar estas situaciones y su testimonio debe
ser suficiente para definir el caso. De esto se deriva que el árbitro debe ser
una persona capaz, honrada y no debe actuar en situación de conflicto de
intereses. Los funcionarios de club, asociación y federación, en particular, no
deben ejercer como jugadores árbitros, organizadores u otra figura que le lleve
a ser parcial en su actuación profesional.
Esto nos lleva a recordar el tema
de que los árbitros de ajedrez también deben ser autónomos y no ser
dependientes de instituciones que pueden coartar su actividad. Es inútil una comisión
de arbitraje en la federación, está visto en la práctica, es necesario que
exista una asociación civil de árbitros que trabaje junto con la FENAMAC y no
para ella. El mejor ejemplo lo hemos vivido recientemente en el fútbol
mexicano. Si los que viven de la patada pueden poner las cosas en orden, imagínense que podemos hacer los que ejercitamos el cerebro.
Propuestas:
- Crear una asociación civil de árbitros de ajedrez
- Realizar una junta nacional de arbitraje
- La FENAMAC debe establecer sanciones en su reglamento deportivo y sancionar las malas prácticas realizadas en el pasado campeonato nacional abierto
- Como jugadores, denunciar y no participar en componendas
- Como organizadores, prohibir la participación de jugadores corruptos o sospechosos
- Preferir el sistema de reparto de premios entre los jugadores que sumen los mismos puntos
- Como entrenadores y padres de familia, fomentar valores de honradez y juego limpio
No se juega ajedrez para ganar
dinero: se gana dinero cuando se juega bien al ajedrez. Éste es el fin último
de todas las actividades que desarrollamos en la vida: hacerlas bien.
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